Experiencias de predicar y cantar en los mercados y
buses del salvador.
Los misioneros apóstoles de la palabra
tenemos algo muy peculiar en la pastoral que motiva y cautiva a muchos como
son: las experiencias de predicar y cantar en los mercados, buses, parques,
semáforos y por supuesto que las visitas domiciliarias. Son métodos de
evangelización de una manera eficaz, porque llega a la realidad de muchos
hermanos alejados de la Iglesia, que son católicos de nombres, o porque dice su
abuelita que fueron bautizados. Pero ellos, no están conscientes de su fe, no
toman importancia de lo hermoso de vivir la vida cristiana, de amar a Dios y al
prójimo.
Quizás algunos podrán de decir que es
algo sencillo, que cualquiera lo puede hacer. Yo les digo, que no es cosa de
otro mundo, es algo que los mismos apóstoles lo realizaban. Porque ellos, eran
misioneros en las calles. Que salían a las "periferias existencias"
de todos los marginados de su tiempo. Que no se quedaron indiferentes, que
hicieron algo para cambiar el rumbo de la historia. Fueron sembradores de
esperanza, de amor y de fe.
Aunque la mera verdad ¿quiénes actualmente
están saliendo a evangelizar de casa en casa, en los mercados, en los buses,
semáforos y en los parques?
Aparte de los misioneros “apóstoles de la
palabra”, que se entrenan a enfrentar esta realidad del proselitismo religioso
de América Latina, del abandono pastoral, de la indiferencia ante la palabra de
Dios.
Los que más veo en Centroamérica son los
protestantes de diferentes índoles, que apantallan y humillan en algunos
sectores a los católicos impreparados. Ellos no duermen, andan como león
rugiente buscando a quien devorar.
Para nosotros los cristianos católicos es
un deber evangelizar a todos, sin distinción de persona, dar a conocer a
Cristo, enseñar la Biblia, que los demás tengan acceso los sacramentos, que se
sienta miembros de la Iglesia católica. Ya que Cristo es el ‘única Salvador y Señor
de nuestra vida’, en él esta puesta nuestra esperanza y nos da consistencia en
todo lo que hagamos.
Por eso, predicar y cantar en los mercados,
en los autobuses y en los parques son experiencias únicas e irrepetibles. Como
sostiene el padre Amatulli, que es necesario que tomemos en cuenta, que hay que
unir “teoría y práctica, conocimiento y
entrenamiento”, para ser un verdadero discípulo y misioneros de Jesucristo.
Y así formar a los futuros pastores de nuestra Iglesia.
Las experiencias misioneras nos marcan toda
la vida, nos motivan, nos entusiasman. Aunque hay que ser honesto, que ser misionero
en la calle no es nada fácil, implica estar chiflados por Cristo, llevando una
vida sacrificada por el evangelio. En otras palabras no avergonzarse de
predicar a Cristo, muerto y resucitado, como sostiene San Pablo: “Yo no me avergüenzo del Evangelio, que es
fuerza divina de salvación para todo el que cree…” (Rom 1,16).
Sin duda alguna, existen muchas
personas que agradecen lo que nosotros hacemos, y nos dicen: ¡‘ánimo hermanos!,
que su labor es suma importancia para la evangelización’, ya que la Iglesia
necesita gente valiente, decididas y entregadas, que no tengan miedo a enfrentar
los diversos desafíos que vienen, tanto externo como interno, como son:
insulto, calumnia y amenaces de parte de los que no comulgan con nuestra fe. Que
se sienten molesta, porque se sienten cuestionados con lo que nosotros hacemos,
porque vamos aclarando las dudas que ellos han sembrado.
Hay muchas personas solidarias con la labor
que nosotros realizamos, que no piensan dos veces en tomar el tríptico que
repartimos, que dan algo simbólico, una monedita para las misiones, de manera
especial, para el centro de formación que tenemos los misioneros “apóstoles de
la palabra” de San Salvador A.C., Dios es grande y bondadoso que se manifiesta por
medio de personas de buena voluntad. Que no son indiferentes con las misiones
de la Iglesia.
Al final de la experiencia ya se notaba el
cansancio, la garganta un poco ronca, las baterías de los megáfonos
descargadas. Aunque el ánimo todavía encendido para continuar adelante.
La misión es
bonita, que hace que uno se sienta realizado, que pueda explotar su
potencialidad. Donde uno su comparte su fe, su alegría y el amor a Dios y el
amor al prójimo. Bendito sea Dios, alabado sea su santo nombre, que nos da su
Espíritu Santo para predicar en su nombre.
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